lunes, 24 de octubre de 2011

Un viaje sin salida a la locura

-He niño por qué lloras.
-Es que... me he perdido.... y... y no encuentro el camino para volver... a casa.- musito el niño entre lágrimas bajo la llovizna.
-Toma ponte esto y coge el paraguas. Puedo preguntarte una cosa.- dijo el muchacho de larga sonrisa.-¿Cómo has llegado hasta aquí? Esto es el campo y no hay ni una sola casa de aquí a la ciudad, es muy difícil perderse de la ciudad hasta aquí, además de peligroso.
-Déjame en paz, que tú no eres mi madre.
-Por supuesto que no, pero por quién me has tomado. Yo soy el guardián de estos prados y protejo a todo ser vivo que habite en él. Te pregunto porque quiero saber si eres un intruso devorador de almas porque en ese caso no te consentiré que conviertas este lindo prado en un desierto.
-Si ya y ahora me dirás que vives en un sitio maravilloso, pretenderás llevarme a tú casa llena de pirados como tú.
-Yo vivo en una casa encantada donde todos sus habitantes tienen un papel muy importante pero siniestro, nada es lo que parece.
-Que tengo siete años ya no  soy un crío, eso no hay quien se lo trague.
-Por eso estabas llorando hasta hace un momento ¿no?
-Bueno y a ti que te importa.
-Esta bien, pero no digas que no te lo advertí. En estos enormes prados habita el lobo enjaulado, al principio él era el encargado de cuidar este prado pero fue enjaulado en el interior de su mente por Lucifer quien controla sus actos a través de sus miedos.- el muchacho dio media vuelta y añadió- Espero que nos volvamos ha encontrar precavido paladín, y que no sea en circunstancias deplorables.
-Tú esperarme que voy contigo.
-Ah muy ingenioso.
-No, no te flipes  sólo te sigo porque me aburro.
-Bueno y mientras te aburres por qué no me cuentas cómo te perdiste.
-Porque no.
-Curioso caso el tuyo Jerome.
-¿Cómo sabes mi nombre?
-Ya te lo he dicho yo soy el guardián de estos prados y debo saber quien entra, quien sale y quien desaparece.- el muchacho rió de forma maligna, y al niño le causo gran impresión. Pero en verdad es que Vincent no era el guardián del prado ni mucho menos leía le mente, sólo tubo que leer la etiqueta que salía por  la chaqueta del pequeño niño.

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