El paraiso en una habitación
Y
pintas las paredes con rotuladores permanentes con ese olor tan
particular, dibujas y pintas, pintas y dibujas... No descansas, porque
sabes que aunque no vaya a ser la mayor obra de arte del mundo va a ser
tu estúpido y pequeño cuarto original; y entonces si tendrás motivos
para matar a cualquier insensato que ponga la mínima tiza cerca de las
paredes...
Y tiras bolas de pintura al techo porque el blanco no es el mejor color para irse a dormir...
Y dibujas ojos en las esquinas porque sabes que las paredes tienen
ojos, y si los identificas puedes evitar sus miradas de envidia y
recochineo...
Y sudas como un cerdo, pero sigues con los ojos en
las paredes, un precioso cuadro de colores, de bocetos en negro, y
algún que otro arcoiris que acaba formando sondeos a la vez que
desaparece... Espinas que recubren un rincón intentando abrazar el
lugar de la cama y palabras que no dicen nada dándole ideas a una
estantería llena de libros que aún no ha sid...o colocada...
Y es entonces cuando después de pegarte días a base de comida
precalentada, material de dibujo y ese olor tan fuerte a pintura que ya
te resulta delicioso y orgasmico por lo que ello significa... Es
entonces, cuando dejas la brocha y el pincel, el rotulado y el lápiz,
el rodillo y el cubo, y te acuestas en el suelo aún sin limpiar, donde
los rayos del sol que entran por esa modesta ventana de madera rozan
tus zapatos, tus mejillas sonrojadas y hacen brillar tu estúpida y
encantadora sonrisa llena de pintura...
Y solo entonces es cuando
el mundo se ha quedado encajonado en una pequeña habitación que da
vueltas sobre tu cabeza, mientras respiras entrecortadamente, mientras
tus ojos con ojeras no paran de mirar... Y tu cuerpo no responde porque
el suelo y tú ya sois uno...
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