domingo, 28 de octubre de 2012

Capítulo1(Día lluvioso con despedida)-Buscando Trabajo

Intento caminar por el lado derecho de la calzada, quizás con suerte mañana salga en el periódico mi nombre, como otro de los accidentes de tráfico a lo largo de este año, otro más del montón. Han pasado dos años y Gregers sigue siguiendo las pistas que voy dejando, pero sin rozar las calidas huellas que van dejando mis zapatos. Puede que simplemente tuviera que dejar de comportarme como un imbécil, pero ya es tarde, ese último día ya era tarde, era tarde mucho antes de volver a la casa de la que me marche.
-Busco trabajo, y no me importaría trabajar en su bar.
-Claro, pero aquí no aceptamos a un cualquiera que ni si quiera conozco.
-Rupert, Max Rupert. ¿Ahora ya no soy un cualquiera, no?-le digo con una sonrisa bromista.
-Chico, tienes madera de la buena, toma ponte el delantal, empiezas en...-mira el reloj- Tres, dos, uno. Que haces holgazán, vete a tomar pedido a la mesa cuatro. No te pago para que te rasques los huevos cada vez que me doy la vuelta.
Es el tipo más raro que he conocido en toda mi experiencia laboral, pero me ha dado el trabajo. Sus pelos blanquecinos por la edad, sus arrugas dando a entender el paso de los años, sus ojos negro azabache, flaco como un guijarro pero fuerte como un roble; un viejo loco sin duda. Tenía toda la pinta de serlo y su manera de contratar gente era ¿peculiar? No, su manera de contratar personal solo confirmaba lo demente que estaba.
-Hola, buenas tardes.-pongo mi mejor sonrisa-¿Qué desea tomar?
-¿Nuevo?
-Eso parece-le respondo a la chica de melena cobriza y ojos perlados que devoraba el libro que sostenía sobre sus delicadas manos de porcelana.
-Traiga me una magdalena y un café solo, sin azúcar, sin leche...Solo.
-La magdalena de algo en especial.
-Sorpenda me-dice con sarcasmo-Solo venden un tipo de magdalenas aquí, y son compradas en un mercadillo. Saben a pus putrefacta.
-¿Cómo sabe a que sabe la pus putrefacta?-le digo con una sonrisa.
-Eres muy suspicaz. Cualquier otro hubiese preguntado que por qué la pido, en fin, ya no le molesto más.-clava su mirada en el libro.
¿Aquí todos están locos o son cosas mías?
-Eto... Una magdalena y un café solo para la cuatro.-le digo al vejestorio de la barra.
-¿Es que no sabes hacerlo tú mismo? Mueve el culo holgazán.
-¿Dónde están las cosas?
-Detrás de la barra, búscalas hombre.
Bueno, no es muy difícil encontrar la cafetera y los vasos pero las malditas magdalenas...
-Oye ¿dónde están las magdalenas?
-Mira en el almacén cacho burro.-me suelta el vejestorio.
Asiento. Que maneras de tratar al personal, eso denota cariño y lo demás, burdas tonterías.
Tampoco era muy grande, como cabría de esperar de ese bareto de mala muerte... Yo diría que era una despensa, no me atrevería a llamarlo almacén.
-Perdón por la tardanza.
-No has tardado tanto, apenas he podido terminar la página-dice con indiferencia.
-¿Qué lees?
-A Marx. Tiene cosas con las que estoy de acuerdo y otras muchas en las que no. Prefiero las novelas de misterio aunque no esta demás leer de todo un poco.-coge la taza de café que he colocado en la mesa, y le da un sorbo.
Me marcho a la barra, los demás ya están servidos. Frego los platos, los coloco, ordeno las botellas, limpio los estantes y tiro la basura.
Cojo un cigarrillo de mi gabardina y aspiro el sabor del submundo con paciencia detrás de la barra.
-!Rupert¡
Me asusto y toso como loco el humo de mis pulmones, como si de bolas de pelo se trataran.
-Coño, viejo que susto.
-¿Cómo que viejo holgazán?-me da con un bastón en la cabeza-Vigila tus modales pendón, la próxima vez no seré tan indulgente.
-Me ha dado con un bastón en la nuca, ¿cree que eso es ser indulgente?
-A callar-me da otra vez-No me repliques.
Suspero.
-Esta bien, esta bien. ¿Qué es lo que quiere?
-Lo has hecho muy bien, eres rápido, tienes práctica con esto ¿eh?-sonríe- Mañana aquí de cinco de la tarde a una de la mañana. Firma aquí y tienes tu contrato permanente.
-¿Era una prueba verdad?
-Por supuesto, no pensarías que te iba a contratar sin verte trabajar antes. Manejas las botellas con Jimi Hendrix tocaba la guitarra, así que tomate tu trabajo como un concierto del nota.
-Le recuerdo que Jimi era de los que decía que había que darlo todo en un concierto, lo que más se quería, y como lo más preciado para él era la guitarra, después de sus conciertos la destrozaba, ¿tengo que hacer eso yo también con las botellas?-le digo de broma.
-Si quieres que te extienda el finiquito si.
-Lo pillo.
-Pues no lo sueltes, toma te lo llevas, lo rellenas y me lo traes firmado mañana.
-Como quiera señor... eto... ¿Nombre?
-Alfred.
-¿Puedo llamarlo viejo?-digo con una sonrisa burlona.
-Si quieres llevarte un bastonazo cada ves que te oiga llamarme así, te doy el pistoletazo de salida.
-Esta bien... Por cierto ¿quiere uno?- le ofrezco un cigarrillo.
-Deja de fumar como un carrete y valla a recoger el local para cerrarlo.
-Si vejestorio.-digo con una sonrisa.
Levanta el bastón y me vuelve a dar.
-Y lo mio es la ginebra en vasos transparentes no esas mariconadas redondas.

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