lunes, 15 de octubre de 2012

Prefacio

El día brilla, las canciones de tu reproductor son alegres... Pero a ti esa puñetera música y ese puñetero sol se te tornan sombríos. Sabes que es otro día más de tu eterna rutina. Miras por el retrovisor de tu cadillar y esta el maldito imbécil de las narices tocando te la pita porque va a llegar tarde. Que le den, que le den, haber madrugado. Miras los posters y sabes que cambian a la semana o así, pero el fin sigue siendo el mismo. Oh dios que deprimente, lo es y lo sabes. Pasan los años y tú sigues buscando lo que buscan todos, tú sigues haciendo lo de siempre mientras el tiempo se agota y las arrugas gobiernan tu cara, hasta que llegue el día de permanecer en una cajita destinada al crematorio. Felicidades, todo ha acabado y aun no has hecho nada que merezca la pena.
Sacas la cajita te Krugers que llevas en el bolsillo izquierdo de tu cazadora, sacas uno de esos cilindros de muerte con un ademan de mano y lo sostienes en tus labios, tiras la caja al asiento del copiloto y lo enciendes con el mechero que guardas en la guantera, ese que te cuesta encender, pero que si lo agitas bien consigues fuego. Y tachan... Aspiras ondo y ya tienes otro antiestres mañanero.

No hay comentarios: