El día brilla, las canciones de tu reproductor son
alegres... Pero a ti esa puñetera música y ese puñetero sol se te tornan
sombríos. Sabes que es otro día más de tu eterna rutina. Miras por el
retrovisor de tu cadillar y esta el maldito imbécil de las narices tocando te
la pita porque va a llegar tarde. Que le den, que le den, haber madrugado.
Miras los posters y sabes que cambian a la semana o así, pero el fin sigue
siendo el mismo. Oh dios que deprimente, lo es y lo sabes. Pasan los años y tú
sigues buscando lo que buscan todos, tú sigues haciendo lo de siempre mientras
el tiempo se agota y las arrugas gobiernan tu cara, hasta que llegue el día de
permanecer en una cajita destinada al crematorio. Felicidades, todo ha acabado
y aun no has hecho nada que merezca la pena.
Sacas la cajita te Krugers que llevas en el bolsillo
izquierdo de tu cazadora, sacas uno de esos cilindros de muerte con un ademan
de mano y lo sostienes en tus labios, tiras la caja al asiento del copiloto y
lo enciendes con el mechero que guardas en la guantera, ese que te cuesta
encender, pero que si lo agitas bien consigues fuego. Y tachan... Aspiras ondo y ya tienes otro antiestres mañanero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario