lunes, 2 de abril de 2012

Los locos no son sólo locos

-Todos sabemos que no esta tan cuerdo como cree.
-Y una mierda, no me van ha hacer dudar, esto es una puta encerrona, no voy a picar en sus trampas.
-Calmese, baje el cúter.
-Antes tendrán que arrancarmelo de mis manos muertas, ¡Atrás!, no den un paso más, soy capaz de rajarles el gaznate aquí mismo. Se los advierto un paso más y...
-Tranquilo, tranquilo... Ha sido una pesadilla...
-¿Layla? No puede ser, estabas muerta.
-Anthony, todo ha sido un sueño.
-Tú no eres Layla.
-Mirame, sino soy Layla ¿quien soy?Dime¿Quién coño soy, Tony?
Él suelta el cúter, se queda pálido, oye el metal rallar el suelo, contempla sus manos vacías pero llenas de miedo, sus lágrimas corren pos sus mejillas, ¿qué ha estado apunto de hacer? Si que era ella, ha estado apunto de matar a alguien. Definitivamente no estaba cuerdo, claro que no.
Layla lo abraza.
-Vamos, no es culpa tuya.-Le dice acariciándole su pequeña melena.
-He estado apunto de matar a alguien, no me digas que no es culpa mía.
-No lo has hecho, eso es lo que cuenta.
-Siento interrumpir este encuentro tan sentimental, pero después de lo ocurrido no creo que podamos dejarlo salir de aquí.
-Sabe que le digo doctor, que me toca el sombrero de copas, me importa un regalí lo que usted opine, y lo que usted crea lo puede pasar por la hoguera y comérselo con un bistec crudo. Le han dado el alta, y así se queda. Vámonos Tony.-dice cogiéndolo de la mano.
-Señorita Benson, no me haga llamar a los guardias. La medicación no ha dado los frutos que esperábamos, por tanto él debe quedarse aquí hasta que encontremos algo que le pueda permitir vivir una vida normal. Aquí la única opinión que cuenta es la mía y lo que usted opine no tiene voz ni voto en este hospital.
-Querra decir en esta cárcel, no me extraña que la medicación no haga efecto si se empeñan en encerrarlos a todos en habitaciones a oscuras.
-Le recuerdo que esto es un manicomio, ¿qué pretende que los dejemos sueltos como si fuera un paseo por la calle de los abedules? Se armaría la de Dios, le recuerdo que están LOCOS, L-O-C-O-S, LOCOS, le digo.
-Y yo le recuerdo a usted que a veces los más locos son los que más cuerdos están, y creame cuando le digo que no pienso dejarlo aquí para que experimenten con él como si de una coballa humana se tratase.
-Si hace alguna locura será por su culpa y me aseguraré de que debido a su mentalidad de niña mimada le den un buen escarmiento, por mucho dinero que tenga el peso de la culpa y el remordimiento caerán sobre usted.
-Si si ya, usted me cae como un sanwich a medio comer, a ver si aprende a medir sus palabras con quien te da trabajo patán.
-Usted a mi no me ha dado trabajo, quiere qué se lo recuerde.
-Con ayudar a mi padre ha hacer su trabajo usted se va a las calles mugrientas debajo de un puente lleno de basura como tú. Debería vigilar lo que dice señor... Louis Creed ¿no cree? Todos los currículos que pasan por las manos de mi padre pasan antes por las mías, y la gente que yo crea incompetente y patética-que es lo que esta demostrando ser- es reemplazado por personas más jóvenes y dinámicas. Así que no me haga hecharlo de una patada, porque sinceramente hablando, me caen muy bien su mujer, es simpática y jovial, así que de le las gracias cuando llegue a casa.
Ella se marcha con Anthony, y el doctor no pronuncia palabra. Se marchan a la vieja casita de su jardín, una casa con tablas de madera en ruinas pero con su indiscutible encanto, allí nadie los encontraría, era un secreto trabajado entre ellos cuando apenas se habían conocido, y llevado a lo más lejos de aquella estúpida mansión que Layla tanto odiaba.

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