sábado, 10 de marzo de 2012

La bala perdida

Se ve decidido ha apretar el gatillo de su viejo revolver, tiempo atrás me dijo que pretendía usar la última bala para el acto más humano que vería en toda su vida.
-Ni se te ocurra apretar el gatillo, ¿me oyes? Ni se te ocurra. No te lo perdonaré.-suplicaba con el llanto en los ojos. Él estaba decidido a pulsar el botón de salida y ella a detenerlo.
-Largate, dejame apretar el gatillo. No quiero que veas este estropicio.- contesto con serenidad.
-No puedes hacerlo, no puedes hacer me esto, yo te quiero.
-Yo también te quiero.
-Dejalo para otro día, guardala y hazlo otro día, por el amor de Dios guarda esa cosa.
-Lo tengo decidido, es ahora o nunca.
Ella se acerca, él se sienta en el sofá apaga su último cigarillo, carga la pistola y apunta. Sus manos tiemblan y ella se acerca más despacio.
-Atrás-grita-No quiero mancharte, dejame un poco de intimidad ¿quieres?-dice casi en susurros-Si das un paso más, disparare, y ninguno de los dos quiere que tú lo veas, así que sal por esa puerta.
-Sólo dame una razón, sólo una, y si es convincente y sincera me marcharé por donde he venido.  
-No dejo de ver sus caras, de oír sus gritos y  no poder hacer nada.
Ella estaba allí,eso le hacía dudar del momento en el cual debía apretar el detonador. No quería hacerle más dañode que iba ha hacerle.
-Eso no es una escusa. No puedes apretar el gatillo, no puedes suicidarte sin más.
-Dame una buena razón.
Silencio, ella tiene su secreto, él tiene el suyo ambos tiran del hilo pero ella afloja su parte y le cuenta el suyo.
-Vas ha ser padre.
Ella se tira de rodillas al suelo y con la cabeza entres sus finas manos llora y llora. Él dispara su revolver contra el sofá, lo suelta, se levanta y sostiene entre sus brazos.
-Entonces la bala no me sirve de nada- le susurra.
Ella se agarra fuertemente a su pecho, lo abraza y no quiere soltarlo, él se deja, no tiene ganas de levantarse ni fuerzas para decir algo. Su decisión, su bala, años de pensar como iba hacerlo, años en decidirlo y una frase tan simple como esa le hizo cambiar de opinión. Por una parte se arrepiente, ahora le toca sufrir por los restos.

"Nunca quise tirarme desde lo alto, me parecía más elegante un revolver y un sofá"

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