viernes, 23 de marzo de 2012

La rosa y el violinista

El paraíso no es tan expectante como parece, las nubes no son tan esponjosas como crees. Muchos hablan como si lo conocieran cuando no es más que el paraíso del olvido. Árboles mustios, una brisa que te cala el alma solitaria y perdida, y como no, una niebla espesa que te envuelve en silencio de arriba abajo. Caminas entre hojas secas y suelos encharcados de barro y piedras hasta encontrar una vía de escape. Sólo unos pocos recuerdan quienes eran y sólo son unos pocos los que recuerdan este lugar del que no les esta permitido hablar.
-Lord, mi Lord perdóneme, hice mal y ahora merezco un severo castigo, pero oh mi Lord, a mi glorioso Lord le pido perdón,  le suplico, le ruego y le pregunto, si podría perdonarme.
En ese camino todos podemos llegar a la salida pero los elegidos por la mano santa están obligados a teñir sus alas blancas, tornarlas de negro. Descender de los cielos a mantener la balanza y controlar que todo este a partes iguales de alguna manera. Cada día mueren millones de personas y un cinco por ciento consigue encontrar la salida y volver a renacer, de los cuales sólo cuatro recuerdan esa  muerte amarga. Estos últimos serán escogidos por la mano santa y serán obligados a mantener la balanza hasta perder subida a manos del Lord. Y el gran Lord es quien decide el color de sus alas.
-No puedo perdonarte, tu falta ha sido demasiado grave. Esta terminantemente prohibido hablar de esto, y mucho menos enamorarse de un simple humano…
Los pocos que consiguen salir de esta maldición eterna, viven como monstruos en tierras terrenales, todos los ángeles de alas negras que deciden arrastrarlas por esos suelos acaba cometiendo el error de adquirir algo de humanidad. Los ángeles de alas negras caídos del paraíso y que consiguen escapar de la horrible tarea que se les otorga pueden decidir perder sus alas por otra forma de vida sin ser la  humana, donde la mano divina no te pueda alcanzar, y esperar que, en tu eterna vida no pierdas el alma, y la mano del gran Lord se pose sobre tus hombros para soltar su ira, dar castigo a tus actos…
-Lavernne, haz tú trabajo con este súbdito infame. Hoy me encuentro demasiado cansado para hacerlo yo.
-Si, mi Lord.-me arrodillo, en señal de respeto y por obligación, mientras coloco la mano derecha sobre mi corazón.

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