martes, 27 de noviembre de 2012

La respuesta a explotar


Por un instante fui valiente, por otro instante una cobarde. Tenía el miedo irrefrenable de no volver a encontrarte, tenía un miedo incomparable a no volverte a ver. Convivía con ese miedo irracional a perderte pero tú no estabas tan seguro si era miedo o dependencia. Ahora puedo afirmarte que es un poco de las dos cosas. Dejaste una estúpida carta de despedida ¡Una carta! Una estúpida carta en sima de la almohada y un hoyuelo con tu forma entre las sabanas, un hoyuelo frío e inmóvil. ¿Tan poco te costo marcharte? ¿Tan poco te costo olvidarme?
A día de hoy no puedo creerme tal tragicomedia, te marcaste unos pasos que quizás fueran falsos, quizás solo vieras en mi lo que un pederasta a un niño de 10.
No comprendo esas líneas que se resbalaban de tu puño y letra para que mis pupilas pudieran leerlas, no comprendo, aún, por qué te marchaste. Un beso de despedida con un simple adiós me hubiese bastado. ¿No tenías estomago para eso, o es que no eras suficiente hombre para ello? Después de todo prefiero creer que no fuiste capaz de afrontar los problemas con tu horrenda jeta. Creeme Petter, si te vuelvo a ver no será para darte un abrazo presisamente.

Semanas después de lo sucedido aún seguía detrás de huellas a penas visibles, necesitaba una explicación que pudiera entender y no la carta de un degenerado. Caminaba con un rumbo fijo sin apenas preocuparme de comer o incluso beber, sino fuera porque respirar era un acto reflejo hace tiempo que lo habría olvidado. Y es que el sol pega fuerte cuando caminas por el lado de la acera equivocado.

No hay comentarios: